Sus Mensajeros les dijeron: "Solo somos seres humanos como ustedes, pero Dios agracia [con la profecía] a quien quiere de Sus siervos. No nos es posible presentar un milagro excepto con el permiso de Dios. ¡Los creyentes deben encomendarse a Dios!
Nosotros nos encomendamos a Dios, pues Él nos ha guiado por Su camino, y seremos pacientes ante sus hostilidades. A Dios se encomiendan quienes en Él confían".
Los que se negaron a creer dijeron a sus Mensajeros: "Si no vuelven a nuestra religión los expulsaremos de nuestra tierra", pero Su Señor les reveló: "Exterminaré a los opresores,
los haré habitar la tierra después de ellos. Eso será para quienes teman [el día de] la comparecencia ante Mí y teman Mi advertencia".
Entonces [los Mensajeros] pidieron el socorro de Dios, y todo prepotente y obstinado fue destruido,
[tras el Día del Juicio] será castigado en el Infierno, donde se le dará de beber un agua de pus
que beberá a sorbos, y apenas podrá tragarla. La muerte lo acechará por todos lados pero no morirá; recibirá un castigo terrible.
El ejemplo de las obras de quienes no creyeron en su Señor será como el de las cenizas expuestas al viento en un día tempestuoso: [El Día del Juicio] no encontrarán recompensa alguna por sus actos. Ésa será la ruina total.